Juan Ramón Jiménez, artista tipográfico

Poco se ha escrito sobre la gran labor editorial de Juan Ramón Jiménez y, sin embargo, fue fundador de un estilo de editar poesía. Decía: “Un libro de versos es una joya y el que hace debe ser responsable de todo.”
Por eso, porque comprendía la gran influencia que ejerce el arte tipográfico sobre el texto, estaba totalmente pendiente de la factura de sus trabajos, que no los daba por terminados hasta que los veía impresos. Era la desesperación de sus impresores por su bien conocido perfeccionismo en todo lo concerniente a la calidad del papel, selección de tipos y tintas, exactitud en los textos y pulcritud en la impresión. Como resultado de su empeño, sus publicaciones son consideradas de las mejor impresas en España.

Antes de ser poeta, Juan Ramón Jiménez fue pintor y siguió “pintando” sus propios textos. En algún momento lo reconoció cuando dijo: “Escribir, para mí, es dibujar, pintar.” Fue un artista visual como lo podemos apreciar en sus versos:

Luz tú
Luz vertical,
luz tú;
alta luz, tú,
luz oro;
luz vibrante,
luz, tú
y yo la negra, ciega, sorda, muda sombra horizontal.

Entendía que la página debía tener la categoría visual de una obra de arte, que el impreso era en sí un objeto artístico ya que era producto de un diseño y, que en las artes gráficas cuando no se podía conseguir la perfección, había que cuidar el estilo. Sus palabras lo dicen todo:

“Creo que el libro por sí, aparte de su contenido, debe ser una obra de arte.”

Ninfeas y Almas de Violeta (1900) fueron publicadas con ropaje modernista por Villaespesa; Ninfeas en tinta verde y Almas de Violeta en tinta morada. El título de Almas de Violeta se lo dictó Rubén Darío “con ojos entornado a lo mongol” y el de Ninfeas se lo cedió Ramón del Valle Inclán quien lo iba a utilizar en un libro que más tarde tituló Jardín Umbrío. Ninfeas estuvo avalado por un soneto de Darío, y luego, Antonio Machado le dedicó un poema a este libro.1

Portada libro Almas de Violeta, Villaespesa, Madrid, 1900
Portada del libro Almas de Violeta, Villaespesa, Madrid, 1900

Juan Ramón Jiménez repudió estos libros de su adolescencia por “cursis” y los persiguió por casas y bibliotecas para desaparecerlos. Por su rareza, hoy en día son los más buscados por los bibliófilos, alcanzando precios exorbitantes.

Se inició en el campo editorial en 1905 cuando, a petición de Rubén Darío, se encargó de la publicación de Cantos de Vida y Esperanza. Ya en los años 1903-1904 había adquirido experiencia editorial en la revista Helios– publicación de efímera vida, que ya desde sus inicios pretendía : “Nada de lucro: vamos a hacer una revista que sea alimento espiritual. Trabajaremos por el placer de trabajar.” Unos años más tarde tuvo a su cargo las ediciones de la Residencia de Estudiantes (1915-1919)- donde tampoco lo guió un ánimo de rentabilidad económica- y al mismo tiempo, trabajó en las editoriales Renacimiento y Calleja (1916-1917).

No le gustó la portada de Pastorales (1911) diseñada por su amigo Fernando Marco. La encontró fría. Por eso, tomó la iniciativa para la publicación de Laberinto  (Renacimiento, 1913) y se encargó de la portada tomando como modelo los libros amarillos de Mercure de France y las ediciones inglesas de Duret, colocando sobre cartulina amarilla una corona de laurel. Este diseño marcaría la pauta de sus diseños posteriores.

Portada libro Laberinto, Editorial Renacimiento, Madrid, 1913
Portada del libro Laberinto, Editorial Renacimiento, Madrid, 1913

Poesías Escojidas para Archer M. Huntington fue para Juan Ramón Jiménez un verdadero placer. En una carta del 25 de agosto de 1917 dirigida a este explicaba:

“…Entonces, empecé a buscar el material. Con la guerra, el papel está escasísimo en España, porque las pastas vienen de Suecia y Noruega. No pude encontrar un papel de hilo que diera cantidad suficiente para los ejemplares que usted indicó. Así pues, la edición va en tres papeles distintos de hilos, antiguos, hechos a mano, 460 en un papel, 90 en otro y 50 en otro. Total 600 ejemplares. El más fino es un resto para una fabricación que hicieron, hace muchos años, para el duque de Villahermosa. La letra del libro es también antigua, porque no tenía interés en que el tipo fuera elzeviriano y las imprentas de aquí no andan muy bien en esa letra. Tinta no la tiene mejor en Madrid. La tela de la pasta es inglesa, porque aquí no se encontraba nada a propósito.”

Hizo una importantísima labor editorial de su propia obra y de las traducciones de su esposa Zenobia Camprubí. Entre los años 1921-1935 imprimió revistas y hojas sueltas en Índice, Ley, Presente, Obras en Marcha, Sucesión y Hojas. Índice fue uno de los proyectos más queridos de Juan Ramón Jiménez.

Portada Revista Indice, Madrid, 1921

Por las revistas que dirigió puso en contacto con la poesía a las nuevas generaciones. Fue, pues, maestro, digno merecedor del título de “animador cultural.”

Con Estío (1915) estrenó el conocido y sencillo dibujo de una ramita de perejil silvestre junto a un lema escrito en griego que un año antes le encargara a Fernando Marco y que a partir de entonces se convertiría en el emblema de todos sus libros- y en el único honor al que, como los espartanos de antaño, aspiraba. En 1936 fue sustituido por el dibujado por Ramón Gaya.

Página titular del libro Estío, Casa Editorial Calleja, Madrid,1916
Página titular del libro Estío, Casa Editorial Calleja, Madrid,1916

En el 1923 publicó Poesía y Belleza (1923); y antes de la Guerra Civil trabajó con la Editorial Signo. Canción (1936) fue la publicación más interesante estilísticamente hablando, muy cuidada en su aspecto material y tipográfico, pulcramente impresa y de sobria presentación. Se realizó una tirada de 780 ejemplares en papel de hilo y otra en papel corriente de 1,838 ejemplares.

Portada del libro Belleza, Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí de Jiménez Editores, Madrid, 1923
Portada del libro Belleza, Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí de Jiménez Editores, Madrid, 1923
Página titular del libro Belleza, editado por Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí, Madrid, 1923
Página titular del libro Belleza, Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí de Jiménez Editores,
Madrid, 1923

Gran parte de la importancia de la obra tipográfica suya radica en su gusto por la máquina. El poeta iba “a la imprenta, a gozar de la maquinaria.” Su primer paso consistió en elegir la tipografía a usar y, para eso, se remontó a la estética neoclásica: “Quise renovar la tradición elzeviriana de Ibarra…busqué en varias imprentas matrices como las de Ibarra e impuse su uso.”

Ibarra había diseñado unos tipos basados en los elzevirianos -los tipos más elegantes y claros utilizados en la imprenta española durante el siglo XIX, pero que para ese entonces casi no se utilizaban. Cogen el nombre de la familia holandesa Elzevir (1540-1617) quienes editaron libros cuya belleza radicaba principalmente en las tipografías utilizadas y diseñadas por el tipógrafo Christoffel van Dijck. Eran robustas, legibles, sin mucho contraste entre las líneas finas y las gruesas y tenían unos delicados serifs.

Muchos editores españoles han seguido las huellas de Juan Ramón Jiménez como editor, teniendo sumo cuidado del aspecto material del libro, siempre buscando la perfección -logrando en su empeño ediciones bellas en su sencillez.

Texto por María Teresa Arrarás

1 Al libro Ninfeas del poeta Juan Ramón Jiménez
– Antonio Machado

Un libro de amores,
de flores
fragantes y bellas,
de historias de lirios que amasen estrellas;
un libro de rosas tempranas
y espumas
de mágicos lagos en tristes jardines,
y enfermos jazmines,
y brumas
lejanas
de montes azules…

Un libro de olvido divino
que dice fragancia del alma, fragancia
que puede curar la amargura que da la distancia,
que sólo es el alma la flor del camino.
Un libro que dice la blanca quimera
de la Primavera,
de gemas y rosas ceñida,
en una lejana, brumosa pradera
perdida…

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